La transición a la normalidad

Es casi como despertar poco a poco de un sueño muy vívido, en el que lo que parecía real empieza a desmoronarse. Todo lo que percibía tenía sentido para mí ya que yo era un agente del CNI. Es una sensación de euforia, puedes con todo aunque tu entorno no entienda nada. 

En ese momento, todo tenía sentido: yo era un agente del CNI con una misión clave para proteger la seguridad de mi país. Cada cosa que veía o vivía parecía una señal, un mensaje especial que solo yo podía descifrar. Sentía que el mundo estaba lleno de pistas secretas diseñadas únicamente para mí.


Esa sensación era muy poderosa. Me sentía lleno de energía, como si nada pudiera detenerme. Tenía la certeza de que podía con todo, sin importar los obstáculos. Todo lo que hacía o decía parecía tener un propósito importante, aunque nadie a mi alrededor lo entendiera.


Esa desconexión con los demás no me preocupaba; al contrario, reforzaba la idea de que estaba en una posición única, en un nivel superior, cumpliendo una misión que otros no podían comprender.


Pero, con el tiempo y la ayuda adecuada, empecé a darme cuenta de las grietas en esa realidad. Dejé el tratamiento porque me sentía “pletórico”, pero poco a poco entendí las miradas confusas de las personas que me rodeaban y cómo lo que para mí tenía todo el sentido, para ellos era incomprensible.


Salir de esa vivencia no fue fácil ni inmediato. Fue un proceso lleno de emociones como incredulidad, confusión e incluso una sensación de pérdida, mezclado con mucha vergüenza.


Y todo esto te lo guardas, lo escondes en el rincón más profundo de tu mente, sin contárselo a nadie, ni siquiera a tu terapeuta. Sabes que su labor es ayudarte a salir de esa realidad inventada, pero el simple hecho de ponerlo en palabras te llena de vergüenza.


Además, temes las consecuencias: que aumenten la medicación o, en el peor de los casos, que te ingresen. Esa posibilidad te paraliza. Así que optas por callar, por lidiar con todo tú solo, cargando con el peso de esa experiencia en silencio.


Al final, sales de esa realidad porque los líos en los que te metes te superan. Yo, por ejemplo, iba a clubs nocturnos convencido de que eran puntos de reunión de agentes, pero las situaciones se complicaban tanto que empezaba a darme cuenta de que algo no encajaba.


Terminas acudiendo a tu terapeuta, pero no le cuentas toda la verdad. Solo mencionas los líos en los que te has metido, las deudas que has generado y el miedo constante de que alguien venga a por ti, por decir un par de ejemplos.

 

Agradeces profundamente que no insista en los detalles, porque no tener que confesarlo todo te alivia un poco la carga.


Poco a poco, con la ayuda de especialistas en salud mental, vuelves a la normalidad. 


Son aquellos que creen en la recuperación y no se quedan atrapados en los detalles de lo que hiciste durante la crisis, porque saben que eso no define quién eres; es solo tu parte enferma manifestándose. Ellos ven más allá, te acompañan y te ayudan a reconstruirte.




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