El primer ingreso

La primera vez que entré en psiquiatría, lo primero que sentí fue soledad. Luego llegó la vergüenza, esa sensación de ser observado. Pero lo peor fue la indefensión. Saber que no tenía control, que otras personas habían decidido por mí. No sabía qué hacer, ni cómo salir de ahí. Estaba atrapado en una situación que no entendía, y nadie parecía dispuesto a explicármelo. 

Pasillo de una unidad de ingreso de psiquiatría 










Cuando te ingresan por una de tus crisis, especialmente contra tu voluntad, algo dentro de ti se rompe. Te llevan a psiquiatría, un lugar que no conocías ni querías conocer. No hay una bienvenida, nadie se sienta contigo para explicarte qué está pasando o por qué estás allí. Te encuentras de golpe en un espacio extraño, con personas desconocidas y normas que no entiendes, preguntándote constantemente: ¿Qué hice para llegar aquí?


Las primeras horas son las peores. Te quedas solo, sin entender el motivo de tu ingreso.Nadie te explica que el psiquiatra tomó la decisión basado en lo que otros dijeron de ti. Y eso duele. Porque sabes que para ellos, tu ingreso fue la solución: problema arreglado, todos respiran tranquilos. Pero para ti, no es solución; es confusión, soledad y una herida que no sabes cómo sanar.


Esa sensación de indefensión es algo que no olvidas. El hecho de que te hayan apartado de tu mundo, de tu voluntad, sin darte una oportunidad de entender o ser escuchado, lo recuerdas como un trauma. Y aunque la crisis que te llevó allí pase, ese recuerdo se queda contigo, como una cicatriz que te recuerda que, en ese momento, te dejaron solo.

Comentarios

Entradas populares